El lenguaje es político, y negar que lo sea también es político. Por eso el feminismo —que es un movimiento político que aspira la cambio total de las estructuras sociales imperantes —no puede olvidar la importancia de un espacio como el lenguaje. El producto más importante y determinante que posee una lengua es transmitir una visión del mundo. La palabra es el vehículo de nuestra percepción de lo que nos rodea, de nuestro pensamiento. Hablamos como pensamos, escribimos como pensamos. Lo que se dice, y cómo se dice, y lo que se calla y por qué se calla pueden tener el mismo valor en un discurso.

El amor no es un sentimiento unívoco, hay una parte de construcción cultural, un proceso histórico, también social y político que no te ayuda cuando te enamoras y «el corazón se te desboca». No hay que sufrir por amor, ¡es mentira! No sufrimos por amor, sufrimos por tener una determinada manera de entender el amor. Son los mitos del amor romántico, una concepción moderna y occidental del amor. Por eso, hay que desmontar a Cupido.

Podemos sentirnos feministas y, a la vez, ser conscientes de que nos falta entender algunos conceptos, argumentar acusaciones, defendernos emocionalmente de la percepción de las discriminaciones que nos abruman. Un taller pensado para mujeres que se sienten desgastadas emocionalmente por el activismo en redes, tienen dudas sobre cómo llevar el feminismo a sus espacios de activismo, familiares, de amistad o laborales, que quieran entender las contradicciones personales y vitales que genera la práctica del feminismo...

El autodescuido es el mandado patriarcal por excelencia. Durante mucho tiempo me he empeñado en ir recogiendo estrategias, mías y de otras mujeres que nos ayuden a ponernos en movimiento. Detectaba a mi patriarca interior y me sentía culpable por, a veces, ceder a él. Necesitamos estrategias para detectar y desterrar al patriarca interior que tantas veces nos acorrala en nuestras propias vidas.